Großvenediger, otra aventura en Austria
Por Pablo Goldengruss
Por: Pablo Goldengruss

Ya repuestos, vamos por más!

¿Cuál sería nuestro nuevo objetivo? Austria, el techo de Austria, el Großglockner (3.798 m), “el Gran Campanario”, así que nos cruzamos para Austria -suena muy loco pero es más cerca que de Mendoza a Córdoba-, cargamos nafta, pasamos por el súper por algo de comida y, una vez más, mucha cerveza.

En el trayecto una pequeña variación: Como es plena temporada alta, seguramente así como nosotros mucha gente iba en búsqueda de esa montaña, decidimos ir a la segunda más alta dentro del Parque Nacional Hohe Tauern, el Großvenediger, “la Gran Ventana”, con sus 3.657 metros, con un paso por glaciar. Nada despreciable sonaba.

Nos desplazamos hasta una pequeña villa, nos alojamos en un simpático hotel y de ahí seguíamos a pie. Como era temprano fuimos a dar una vuelta y conocer un poco el lugar. Bares ya clásicos en la zona donde decidimos comer algo y disfrutar simplemente del paisaje.

Al otro día nos esperaba una jornada intensa, deberíamos caminar unas 6 horas para llegar al  refugio del cual saldríamos para la cumbre. Podíamos ir rápido, ya estábamos aclimatados del cerro anterior.

Cuando llegamos al refugio nuestra sorpresa no fue menor: estaba casi lleno, nos miramos y a los dos se nos vino a la cabeza lo mismo, “menos mal que no fuimos al otro cerro”.

Nos instalamos, dimos una vuelta por la zona, charlamos con algunos montañistas de la zona, muchos  se sorprendieron de ver un argentino por allá.

Empezamos a preparar el equipo para el día siguiente, y la cara de sorpresa de Christian me dijo que algo no andaba bien. “¿Qué pasa?” le pregunto. No podía creer lo que me estaba diciendo… “no encuentro el interior de una de mis botas dobles!”

Desaparecía la esperanza de ascender, evidentemente mi cara lo dijo todo. “No te preocupes, me pongo más medias y voy sin el interior”. Mientras lo decía estallamos en risa los dos.

Después de varias idas y vueltas, finalmente así fue. Salió con las dos botas pero con un solo escarpín. Luego me confesó que a cada paso sentía que el pie bailaba en el interior de la bota.

Empezamos a caminar muy temprano, ya que teníamos que atravesar un glaciar y lo mejor es hacerlo lo antes posible. Caminamos un par de horas hasta que en la base del glaciar nos encordamos, el día estaba bastante bueno y no había grandes amenazas en el cielo salvo que si seguía así iba a hacer calor al regreso, algo no muy recomendable.

Los puentes (pasarelas de hielo o nieve que cubren las grietas por donde se las puede cruzar) se veían seguros así que el avance se hizo bastante ameno.

Llegando al filo que nos conducía a la cumbre empezamos a ver grupos que venían de todos los valles, delante de nosotros teníamos dos grupos y a lo lejos veíamos algo de gente en la cumbre o cerca de ella, pero nunca nos imaginamos que había tanta gente subiendo ese día. Realmente una multitud en la cumbre. Hicimos las fotos de rigor, ambos con una sonrisa pintada.

No demoramos en emprender el regreso, no queríamos bajar muy tarde por ese glaciar.

Una vez en el refugio preparamos el equipo muy rápidamente, nos tomamos una cerveza y con Christian ya lo habíamos decidido: nos íbamos al hotel, el esfuerzo valía la pena.

Luego de varias horas y casi en penumbras llegamos al hotel. Ya en la ciudad empezamos a hablar de nuestro próximo reto.

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