Libre
Compartimos con nuestros lectores un sentido homenaje a Mariano Galván publicado en la revista Cumbres.
Por: Jorge Federico Gómez

Un día le pregunté a mi amigo guardaparques Alejandro Zalazar cómo se organizaba la logística ante una emergencia y operativo de rescate en la temporada de ascenso en el Parque Aconcagua. Palabras más, palabras menos, el querido “Negro” me dijo: “Bueno, hay dos maneras: en una damos alerta al guardaparques que está más cerca de la zona, damos aviso a la Patrulla de Rescate, preparamos el equipo, coordinamos con los médicos y el helicóptero, evaluamos el tiempo y momento oportuno para salir en la búsqueda, etc., etc., etc. La otra manera es que Mariano Galván esté dentro del Parque, entonces él agarra y te rescata”.

No encuentro forma más precisa y gráfica de definir a Mariano Galván. Un tipo que hace 13 años atrás buceaba en las playas de su Chubut natal y nada sabía de cordadas ni avalanchas. Pero algo en su espíritu latía al pulso de la montaña, aún casi sin conocerla.

Su inmensa actitud de libertad lo alejó de las playas y lo trajo a Mendoza para estudiar en la Escuela de Guías. Porteó durante 7 años en Aconcagua y comenzó allí a trabajar como guía cada año por otros 7. No tenía casa propia, ni auto, ni posesiones “normales”. Sólo tenía amigos y sueños. Trabajaba todo el verano sureño para en el resto del año seguir cumpliendo su dorada meta, acudir una y otra vez a la llamada milenaria que siempre palpitó en su corazón: su Himalaya, sus ochomiles.

Mariano será eternamente el emblema de un estilo que conoció, amó y supo abrazar para siempre: enfrentar a la montaña sólo con sus armas, con las suyas y las de nada ni nadie más, con mínima carga, con sólo lo indispensable. Sin sherpas, sin porteadores, sin oxígeno suplementario, sin mulas, sin yacks, sin cuerdas fijas, sin comodidades, sin previos caminos, sin ataduras, sin sponsors, sin mezquindad, sin cadenas, sin compromisos, sin miedos, sin complejos, sin remordimientos, sin culpas… Sin muerte. Porque la muerte no fue inventada para él. Él no murió, él voló.

Nunca conocí un espíritu tan libre como el de Mariano Galván.

El mundo es un poco peor sin él. Pero será mejor mundo si empezamos a vivir nuestras propias vidas con la libertad que en su cortísima vida nos mostró.

Hasta siempre Titán.

(Por Jorge Federico Gómez)

(Foto de portada: Mdzol.com)

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