Un vertiginoso ascenso a la pared Sur del Plata
La idea de hacer la montaña que todos vemos a diario desde Mendoza, por su lado más vertical y técnico siempre estuvo en mi cabeza...
Por: Federico Brusco

La idea de hacer la montaña que todos vemos a diario desde la ciudad de Mendoza, por su lado más vertical y técnico siempre estuvo en mi cabeza. El proyecto tardó en llegar unos cuatro años, un tiempo que me permitió aprender varios aspectos acerca de la montaña y desarrollarme en la actividad.

Como todo anhelo uno debe aprender a disfrutar del proceso que te lleva a lograr los objetivos que se plantean ante la vida, y también ante la montaña, frente a estos tiempos que vivimos cargados de inmediatez y arrebato, de siempre estar mirando lo siguiente en lugar de apreciar lo que está sucediendo.

Como es costumbre durante las temporadas en Aconcagua, además de desempeñar la dura tarea de portear también desarrollamos la motivación y los proyectos, qué nuevo lugar conocer o qué objetivo encarar.

De este modo se presentó la oportunidad de concretar este proyecto. Un amigo y compañero, Gonzalo Catturelli, quien conocía apenas unas semanas, tenía intenciones de ir al cero Plata (5.968 m) finalizada la temporada. Le comenté lo que tenía en mente respecto del cerro, seguro lo iba a motivar. Hablamos de la cara Sur, del acceso, de las condiciones, de la línea que escogeríamos. Vimos toda la info que tenía reunida y al cabo de unos días de trabajo, ya estábamos pensando posibles fechas para ir fuertes y bien aclimatados. La llegada de esta oportunidad se venía gestando.

ITINERARIO Y RUTA

La línea elegida es una gran canaleta de pendientes sostenidas entre 50º y 60º conocida como la “Banana”, unos 1500 m de recorrido de la base a la cima. En su comienzo presenta la dificultad de una gran rimaya que se debe superar para continuar con la ruta. Luego no presenta grandes dificultades técnicas salvo la calidad de la nieve o en qué condiciones pueda estar según la estación y su acceso.

Contábamos con dos días y medio de actividad de los cuales el día uno consistía en llegar a la laguna del Platita (4.000 m aproximadamente), el segundo ir hasta la base de la pared y en la madrugada del tercer día hacer el intento de cumbre y bajar por la ruta normal cargando nuestras cosas hasta la zona de los refugios de la quebrada de Vallecitos.

LA DECISIÓN

Transcurrido un mes llegó el día de ultimar detalles, chequear que todo estuviera en orden y aventurarse. El pronóstico en Internet no era muy alentador, figuraba que en los próximos tres días nevarían diez centímetros todas las noches, lo que nos llenó de incertidumbres. Pero ¿de qué se trata la montaña, entre otras grandes cosas, sino de incertidumbres?

Hoy uno puede darse el lujo de subir una montaña de manera virtual habiendo tanta información como fotos, videos, georreferencias, cantidad de datos que te acercan al objetivo. Lo que brindan estos medios son sugerencias no siempre acertadas. Sin tomar esto como una gran verdad, lo que nos quedaba era tomar la decisión y ver qué pasaba en la montaña. Distinto a tiempos anteriores cuando toda aventura era una exploración y un constante descubrimiento, donde todo estaba por hacerse.

Sabíamos que iba a nevar y nuestro plan no incluía en ningún momento una carpa, equipo de hielo o de rescate en grietas. Íbamos con lo justo para no hacer ni de más ni de menos. Por otro lado,
sabíamos que durante la mañana un sol despejado y sin nubes cubriría la montaña. Es decir que lo nevado, en poco tiempo, se derretiría. Sumamos un punto de confianza y al día siguiente partimos para el Plata.

DÍA 1: LAGUNA PLATITA

Camino a Vallecitos, justo antes de los caracoles, tomamos el desvío hacia Las Vegas. Luego llegamos al pequeño poblado de Valle del Sol y finalmente al puesto Las Lajas desde donde nos esperaba una caminata de unos 9 km de recorrido. El primer día iba a ser largo dado que no teníamos vehículo.

Pasamos por un increíble valle muy distinto al que estamos acostumbrados a ver en la zona de Vallecitos: amplio, verde, con vistas al morro del Negro y al cerro Negro. Poco a poco íbamos encajonándonos y ganando altura por el arroyo Morteritos que nos conduciría a nuestra laguna.

Muy entrada la noche -11 pm aprox-, en la laguna buscamos un buen lugar donde dormir, preparar nuestra cena y descansar.

La noche permanecía intacta, despejada y estrellada. Cero rastros de viento o de nieve. Un lujo.

DÍA 2: AL PIE DEL OBJETIVO

El sol nos despertó con bastante calor, un día fantástico. Al finalizar la jornada teníamos que estar justo debajo de la pared.

Muy motivados luego de desayunar abundante decidimos subir a la cumbre del cerro Platita. Una picardía no subirlo sabiendo que teníamos todo el día por delante y estábamos a 200 m de su cumbre.

En poco tiempo, ya en la cima, pudimos ver en su totalidad la quebrada de Casas, la que nos depositaría en la base de nuestro objetivo.

Aprovechamos el tiempo para observar en detalle la cara Sur y ver a lo lejos en qué condiciones parecía estar. Después de todo tomamos la decisión de ir, cargados de dudas, no solo por lo que sabíamos del clima sino también por las condiciones de la nieve, la rimaya, etc.

Gracias a las nevadas de semanas anteriores la cara se veía cargada y nosotros más cargados de energía y motivación. Emprendimos la bajada, buscamos nuestras mochilas y descendimos.

Encontramos la quebrada cubierta de morrenas y lagunas de deshielo que constituían un paisaje privilegiado. Introducirse en estos valles andinos y recorrer estos lugares poco frecuentados de la cordillera para algunos puede parecer extremo y para otros un privilegio.

De tanto en tanto, bajando y subiendo morrenas, nos adentrábamos cada vez más. Finalmente, ahí estábamos, lejos de la ciudad metidos en un mundo dentro de otro, debajo de la cara Sur del Plata.

Tan solo hidratamos un poco y sin perder tiempo nos dirigimos hacia la rimaya que cubre todo el ancho de la pared. Iba a ser engorroso y complicado cruzarla en la madrugada con linternas, más si una funcionaba a medias. A fin de ahorrar tiempo optamos por marcar dónde cruzaríamos en la noche. También aprovechamos la nieve para practicar algunas maniobras.

Volvimos a nuestro humilde vivac hecho con un cubre de carpa y unos bastones. Nos quedaba alimentarnos y descansar. El horario de salida a cumbre era a las 2 am.

Por lo general estos itinerarios suelen hacerse de noche, no solo para favorecerse de las condiciones de la nieve sino también para evitar la caída de piedras. Un riesgo importante que cualquiera debe asumir en un objetivo como éste.

DÍA 3: EL ASCENSO

El despertador sonó muy temprano. La noche andina se mostraba calmada, solo una brisa fresca y seca recorría la montaña. Era la 1.30 am, a esta hora difícilmente uno pueda desayunar como se debe, lo importante es hidratar y arrancar.

No podíamos estar más contentos de la decisión que habíamos tomado. Gracias a la info que nos proporcionaron algunos compañeros que habían estado allí sabíamos que nos esperaban de ocho a diez horas de actividad.

Nuestro objetivo estaría completo una vez bajada la ruta normal por el otro lado de la montaña. ¡Imaginar subir una montaña de casi seis mil metros por su lado más vertical y bajarlo por el otro… es un viaje!

A ritmo tranquilo y de cierta incertidumbre llegamos a la rimaya. Recorrimos un buen tramo tratando de identificar el punto marcado la noche anterior. Gracias a esto pudimos cruzar con dos simples pasos. Debíamos tener especial cuidado pues no contábamos con equipo extra para manejar una situación de riesgo. Sólo piquetas y crampones.

Nos tocó una noche sin luna por lo que la visibilidad era menor y teníamos encima el agravante de que una de nuestras linternas no funcionaba correctamente. Continuamos a buen ritmo por la pendiente de semi hielo que se presentaba luego de la rimaya de unos 50º.

Subir una montaña de noche es como tener los ojos vendados, solo ves lo que el alcance de tu linterna puede dar. Nada quita que no sigas avanzando, es parte de la actividad.

Continuamos por la pendiente de excelente calidad concentrados. Parecíamos estar en el “codo” de la banana. A unos pocos metros un roquerío hacia el Sudoeste nos proporcionó la pausa que necesitábamos, un poco inestable de rocas sueltas pero lo suficiente como para beber unos sorbos de café y comer unas galletas. Vemos el amanecer y con él la llegada del calor al cuerpo.

Ya en la mitad del recorrido la pendiente pasa de 50°a 60°. Disfrutando y ansiosos creemos que nos pueden faltar unas tres horas de marcha a buen ritmo para llegar al filo cumbrero, y así nos topamos con un “balcón” justo debajo de lo que sería el último tramo. Obviamente paramos a descansar. Se podía observar a lo lejos la ciudad de Mendoza, Las Vegas y el dique. Disfrutamos del sol y aprovechamos para tomar unas fotos.

Una pequeña banda rocosa separa el último tramo del resto de la ruta. Al poco tiempo uno de nosotros se adelanta para ver a qué distancia del filo estábamos, podíamos verlo pero continuamos por la nieve en dirección Oeste para salir más cerca de la cumbre y cumplir con la totalidad de la ruta. La nieve ya no era del todo buena, el sol estaba haciendo lo suyo.

Por radio le comunico a mi compañero que creo ver la cumbre, un gran filo blanco y ondulado, como de merengue, muy cargado de nieve. Seguimos un poco más, con un esfuerzo más de cabeza que de piernas nos montamos a ese filo. Del otro lado veo el helicóptero Lama de la brigada de rescate, testimonio de un accidente tiempo atrás. Gracias a este indicio nos damos cuenta de que la cumbre está a pocos pasos.

Pudimos planear y concretar el desafío de subir los 1500 m de hielo y nieve de la cara Sur del Plata, llegando al punto más alto del cerro por nuestros propios medios. Una felicidad y emoción enormes nos recorrían el cuerpo. Estábamos en la cumbre.

DESCENSO Y 360°

Transcurrida una merecida siesta de cumbre comenzamos a bajar con tranquilidad. Pudimos apreciar la ruta normal en su totalidad. La hermosa vista hacia la quebrada de la Jaula, del cerro Tupungato, el Nevado Excelsior. Y el más grande: Aconcagua.

Con varias horas de actividad acumuladas en el cuerpo la bajada se hizo eterna, demoramos mucho más de lo pensado. La idea original era descender hasta la zona de los refugios y depositar toda nuestra confianza en algún buen samaritano que nos baje a dedo. Desafortunadamente para cuando llegamos allí eran las cinco de la tarde, si alguien tenía que bajar ya lo había hecho.

Evaluamos la situación y optamos por continuar descendiendo con la suerte de encontrar a alguien en el camino. Aún sin toparnos con nadie nos dimos cuenta de que sin querer estábamos haciendo una travesía de 360° pasado nuestro punto de partida y acumuladas en el último día más de 15 horas de actividad.

Finalmente llegamos al asfalto donde unas personas nos acercaron al dique Potrerillos, a tiempo para abordar el último colectivo que nos llevaría de vuelta a casa, con el objetivo cumplido.

Federico Brusco

@federicodeport

+54 11 3203 2330

Fotografías: Gonzalo Catturelli

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